Deplácese hacia abajo
Superhéroes del día a día
Los sinestésicos experimentan el mundo con más intensidad.
Algunas personas nacen con un poder inusual: experimentan el mundo con mayor intensidad. La sinestesia es el nombre científico para un fenómeno que permite que las personas vean sonidos y colores.
Cada vez que Anja Huwe añora el mar y los marineros, el azul y el olor a pescado fresco, ¿a dónde va? ¡A Nueva York! ¿Dónde si no? «Eso es Nueva York para mí: ¡pescado fresco! Pescado brillante, plateado y lleno de escamas. Huele a agua salada, al sol de la mañana, al viento, a pavimentos antiguos y al crujido del hielo; y tiene la consistencia de las ostras frescas, el sutil aroma del sushi fresco, de fideos con langosta y cangrejo».
Suena un poco diferente de la última vez que visitaste Nueva York, ¿verdad? Puede deberse a que tú, a diferencia de Anja, no posees el don de la sinestesia. Esta jovial oriunda de Hamburgo forma parte del apreciado cuatro por ciento de personas que experimentan el mundo de una forma más intensa y colorida que el resto. Todo gracias a un superpoder innato. En el cerebro de una persona con sinestesia la estimulación de un órgano sensorial provoca la estimulación involuntaria de un segundo órgano sensorial que, normalmente, actuaría por separado. Este fenómeno se conoce como «hiperconectividad» y puede provocar que las personas con sinestesia experimenten los sonidos como colores, vean los alimentos como formas geométricas, o que incluso asocien lugares con un sabor en concreto. Como, por ejemplo, Nueva York y el pescado fresco.
Pero Anja no necesita viajar a Nueva York para estimular sus sentidos; toda su vida es una gran experiencia sensorial. «Los martes y el número 5 son rojos y la palabra “secreto” también lo es», explica. «Agosto es amarillo y rojo. Los árboles son azules, al igual que marzo y los jueves. Mi novio huele a verde, como el número 7 y los viernes. Los sábados y los domingos van del blanco al amarillo, al igual que el número 24. Los números pares normalmente son colores cálidos, los impares tienden a ser colores fríos», explica la artista de Hamburgo, como si fuera lo más normal del mundo. Para ella, de hecho, lo es. Anja Huwe, conocida por muchos fanáticos de la música como la anterior cantante principal del grupo pionero post-punk de los ochenta Xmal Deutschland, no conoce otra cosa, y cuando algo es normal para uno mismo, tendemos a dar por hecho que también lo es para los demás.
Simple Minds al rescate
«Siempre me ha costado recordar cosas», afirma Anja. «De modo que solía decir a los otros miembros del grupo que debíamos tocar la canción roja o la azul. Entonces, ellos me preguntaban de qué narices estaba hablando. Pensaban que eran tonterías». Después de ensayar muchas veces la canción roja y la azul, finalmente encontró ayuda donde menos lo esperaba: «Por aquel entonces, nuestro mánager era el mismo que el de Simple Minds. Estaban en su momento más fuerte, y un día alguien me dijo que al guitarrista le pasaba exactamente lo mismo que a mí». Entonces, Anja empezó a hablar con Charlie Burchill y, por primera vez, encontró a alguien que experimentaba las cosas del mismo modo que ella. Resultó ser una experiencia liberadora y la animó a buscar a más personas como ella.
«Descubrí que no es algo tan inusual, sino bastante común», dice Anja. Recientes investigaciones sugieren que hay hasta 80 tipos distintos de sinestesia, que normalmente se desarrollan durante la infancia y que, probablemente, son de carácter hereditario. Anja no conoce ningún otro caso en su propia familia, pero no se sorprendió cuando una amiga, también artista, le contó que sus sinestesias suelen ser bastante creativas. Por ejemplo, se dice que Franz Liszt (1811-1886), durante un ensayo, pidió a los miembros de la orquesta que tocaran «un poco más azul». Si Anja hubiera formado parte de la orquesta de Liszt en aquella época, se habría ahorrado un par de malentendidos.
La pintura del cambio
Pero, quién sabe, igual no se habría acabado dedicando a la pintura. Que fuera capaz de oír los colores era una cosa, pero en cuanto empezó a aplicarlos en el lienzo, empezó a apreciar realmente lo que significa tener sinestesia: «Descubrí que, para mí, la música y los colores estaban intrínsecamente ligados. Fue como descubrir un idioma capaz de expresar mi voz interior. Por fin era capaz de reflejar lo que pasaba en mi cabeza». A juzgar por sus cuadros, esta rebosa actividad, sin duda alguna. Relucientes puntos y coloridos píxeles se combinan para formar estructuras caleidoscópicas fascinantes. Si quieres, es posible extraer muchas interpretaciones, pero no es necesario: «Cada persona ve lo que quiere ver. Pero el significado real que tienen es un secreto», afirma Anja con una sonrisa.
No es un secreto que Anja siente predilección por los círculos; su trabajo consiste únicamente en puntos de distintos tamaños y colores. «La naturaleza, las bacterias y los hongos; el cielo y el universo; todos son puntos», añade. «Para mí, todo se trata del infinito, de la repetición sin fin y de la paz». Es posible que resulte emocionante recibir constantemente estímulos sensoriales más fuertes que la mayoría de la gente, pero también puede resultar un trabajo duro. «Eres muy sensible, y no en un sentido positivo. Eres consciente de absolutamente todo», dice Anja. «Miro el suelo, veo todos los chicles pegados en el pavimento y me pregunto cuántos habrá; o voy a la playa de Hamburgo y pienso que los cantos rojos son muy ruidosos. Ves una cosa, luego otra, luego otra más. Son como cadenas que constantemente tiran de ti hacia una dirección u otra. Tengo que encontrar la forma de desconectar para no sentir ansiedad».
El orden del caos
Afortunadamente, Anja encuentra paz en sus cuadros. También ha creado otro tipo de ayudas para su vida cotidiana: «Siempre estoy clasificando las cosas, las muevo de un lado a otro y las vuelvo a colocar de una forma muy específica». Se trata de algo principalmente inconsciente, que Anja nos intenta explicar con un ejemplo: «Hace poco, vino una persona y miraba uno de mis cuadros que estaba colgado en la pared. De repente, señaló un cuenco con frutas que él tenía delante y dijo: “¡Las frutas del cuenco tienen exactamente el mismo color y están exactamente en la misma posición!”». Anja intenta crear un orden dentro de esa vorágine sensorial, a pesar de reconocer que es algo caótica por naturaleza: «Dentro de todo ese caos y confusión, soy capaz de encontrar mi propio sentido del orden». Como una superheroína, que se ha visto obligada a controlar sus superpoderes, Anja ahora es capaz de disfrutar al máximo de sus especiales dones: «Me encanta investigar las cosas: ¿cómo funciona? ¿Qué tacto tiene? ¿Cómo sabe? De hecho, me paso el rato jugando».
Autora: Nico Cramer
Imágenes: © Katharina Werle, © Thordis Rueggeberg