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DJ, músico y gourmet

Una charla sobre tierras lejanas, comidas raras y huesos cansados.

Alex Barck, fundador de Jazzanova, habla sobre por qué los DJ son los nuevos gourmets. Una charla sobre tierras lejanas, comidas raras y huesos cansados.

Berlín-Kreuzberg, Maybachufer. Un jueves de verano por la tarde, nos encontramos con Alex Barck, director del colectivo de DJ y productores con base en Berlín de fama internacional Jazzanova, para hablar de buena comida. Para ello, ¿dónde mejor que en un restaurante? Nos sugiere el Life, un restaurante japonés que abrió un par de semanas antes de la entrevista, y que ya se ha convertido en información privilegiada de los conocedores de la escena gastronómica de Berlín. Alex conoce el restaurante y es simpático con el dueño, de modo que no nos darán gato por liebre esta tarde.

Los DJ de éxito no tienen problemas económicos, comen en restaurantes caros y se convierten automáticamente en foodies, ¿verdad, Alex?
No es una teoría que se aplique a mí. Yo siempre intento evitar la clientela de los restaurantes caros. No miran a la persona con la que están comiendo; miran el plato, como un perro obsesionado con una pelota (risas). Diría que cuando eres DJ siempre estás de viaje por el mundo; de modo que, al final, automáticamente intentas asegurarte de que comes bien. Es un trabajo cansado y debes asegurarte de recibir la energía que necesitas.

Las bandas también pasan mucho tiempo en ruta, pero no tienen fama de foodies.
Bueno, ser DJ tiene una ventaja principal: vamos solos, de modo que volar es más barato (ríe). Eso significa que tenemos mejores vuelos y hoteles y un catering de mejor calidad que el servicio básico. En algún momento, los DJ, y en especial los del panorama actual, empezaron a insistir en que querían comer en buenos restaurantes.

¿Y qué me dices de ti? ¿Tú cómo empezaste?  
Soy de la RDA y crecí en Berlín Este, donde la comida era algo secundario. Solo debía llenarte. Cuando eres joven no te importa tanto, lo único que importa es tener el estómago lleno. Viví así durante años, el típico soltero. Pero, entonces, conocí a mi mujer. Es francesa.

...y el resto es historia.
(Se ríe). La comida es muy importante en Francia y todo el mundo es una enciclopedia andante de vinos. Te maridan un plato al instante. Me gustaba mucho, pero eso era todo, o eso pensaba yo. De repente, también me empezaron a considerar un aficionado a los vinos. ¡Mi mujer me lo había pegado! Lo bueno es que despertó mi interés y ahora sé más que ella.

Si hicieran una película sobre todo esto se titularía «Alex, el Foodie Reacio».
No me llamaría foodie porque me gusta comer en casa; mi mujer es una gran cocinera. Lo que más me gusta de la comida es su aspecto social, la posibilidad de conocer gente. Poco a poco, vas aprendiendo más sobre el tema.

De modo que comer con la gente y hablar sobre comida es como rebuscar entre discos y hablar en una tienda de música.
Exacto. También te puedes comprar todos los discos por Internet; es rápido y fácil. Pero, entonces, estás en tu casa, con tus dos mil discos; todos son geniales, pero ¿con quién vas a hablar sobre ellos? ¿A quién se los vas a poner? Creo que con la comida pasa lo mismo. Algo puede ser delicioso, pero llega un momento en el que dices: prefiero salir con alguien con quien me divierta, que aprecie la comida y pueda aportar ideas interesantes sobre el tema.

Imagino que a menudo debes encontrar gente así en tus viajes.
Siempre hay alguien que te dice: si vas a España tienes que beber este o aquel vino; y si vas a Italia tienes que beber este otro. Todas las ciudades tienen el mejor vino, el mejor aceite... De modo que aceptas y lo pruebas, porque me gusta trabajar con colegas. Llevo pinchando discos con más o menos la misma gente durante los últimos 20 años. Es una filosofía japonesa: trabajas con un promotor y le ayudas porque todo se reduce a dar y recibir.

«Allí estás sentado en mitad de ese universo paralelo».

Parece que tienes debilidad por Japón. Hasta sugeriste que nos encontráramos en este restaurante japonés.
Allí puedes entrar en cualquier restaurante y, ya sea un vertedero o uno muy pijo, estarán tocando una pieza de jazz increíble que desearías haber escrito tú; y les importa la comida tanto como la música. También respetan las tradiciones antiguas. Estás ahí, sentado en medio de esa fascinante cultura, ese universo paralelo, y te sirven natto para desayunar y piensas «no voy a ser capaz de haberlo digerido para la hora de comer». ¡Eso es vivir!

Diferentes países, diferentes tradiciones: ¿hay que tener cuidado? 
Normalmente, vayas donde vayas, si tienes en cuenta los principios básicos de educación y respeto, no te pasará nada. Como DJ, tiendes a vivir en una burbuja, rodeado de personas como tú. Tienes que hacer un esfuerzo para salir de detrás del giradiscos. Entonces, de repente, descubres cosas interesantes y averiguas cómo funcionan las cosas en este extraño mundo.

¿En qué países tienen tu comida preferida?
Soy muy fan de Indonesia, en especial de la comida china que encuentras en cualquier lugar por allí. Pasé un año en Reunión, una pequeña isla del océano Índico, y la comida era muy rara pero muy buena. Es una mezcla real de influencias: francesas, indias, chinas, africanas, criollas e indígenas. Es increíble como lo mezclan todo en una sartén y sabe increíble.

«Cuando invitamos a gente a casa, nos piden que preparemos ese plato».

¿Qué es eso?
Rougail saucisse; salchichas ahumadas preparadas con una mezcla especial de especies. ¡Están para morirse! Mi mujer aprendió a prepararlo mientras vivíamos allí. Cuando invitamos a gente a comer a casa, nos piden ese plato. Por supuesto no se trata de alta cocina; es el tipo de comida que está empezando a desaparecer. Es normal, porque, hoy en día, no hacemos tanto esfuerzo físico y preferimos comidas más ligeras.

Hablando de cambios, ¿todavía viajas tanto?
Jazzanova empezó a mediados de los 90, de modo que entonces era una locura. Pero todavía viajo todos los fines de semana. Está genial, porque me encanta pinchar, estar en clubs y comunicarme con la gente a través de la música. Pero, debo reconocer, que ya tengo una edad en la que viajar me resulta cada vez más pesado. Por ejemplo, mañana me tengo que levantar a las seis para coger un vuelo a Eslovenia, pinchar allí y viajar a Croacia sin haber podido dormir para tocar en un festival por la tarde. Durante los últimos 20 años he acumulado un déficit de sueño brutal; podrías dejarme en una esquina y me dormiría de inmediato. Desafortunadamente, ni siquiera la comida más deliciosa te ayuda con eso.

Autora: Nico Cramer
Imágenes: © PR, © Holger Talinski